Es difícil contar en pocas palabras lo que es un abogado. En primer lugar, lo que hacemos
es ayudar a resolver difíciles cuestiones a veces imposibles, donde en muchas ocasiones,
alguien arriesga su fortuna o su libertad, y se pone en nuestras manos para salvarle.
Para ello aplicamos dos cosas: la ciencia jurídica y la conciencia de un hombre justo.
Un abogado es ante todo un excelente amigo de humanidad para sus semejantes y para la
sociedad. Así patrocinará nuestra causa ante los Tribunales con tanta o más intensidad
que lo haríamos nosotros mismos y con la maestría de quien sabe debe ganar un asunto
para contentarnos al máximo.
El mejor abogado sería alguien centenario; si pudiese ser con varios siglos de existencia,
mejor, pero la vida tiene límites naturales infranqueables. Por ello lo que yo ofrezco es
estudiar un caso comenzando desde el Derecho Antiguo, acudiendo a viejos libros cuyos
pergaminos dicen tanto de su gran valía, y que a veces son los mejores y más sabios.
Nos sorprenderíamos de lo poco que los hombres y las leyes han cambiado a lo largo de
los siglos. Tenemos las mismas maldades, las mismas virtudes, y casi las mismas soluciones,
como decía Maquiavelo. Les contaría importantes casos que he ganado acudiendo a estos
antiguos libros que atesoran tanta ciencia y tan alta conciencia para buen hombre de leyes.
Una vez centrado el problema en toda su perspectiva histórica, lo que se estudia a
continuación es la jurisprudencia actual aplicada al caso concreto, es especial, poniendo
en relieve la del Tribunal Supremo y la del Tribunal Constitucional, sin olvidar la
importante jurisprudencia de las Audiencias y de los Tribunales Superiores de Justicia.
A partir de ahí, hay que dar muchas vueltas al caso hasta encontrar la solución que más
favorezca al patrocinado defendiéndola con toda energía y determinación ante un Tribunal.
Algún recurso de casación de este abogado ha sido declarado como erudito, pero aún y así,
la Sentencia, aunque predecible, siempre es incierta, sometida al más imparcial criterio
de un Tribunal justo y ecuánime que dará una solución que deberemos acatar y cumplir,
guste o no.
Un juicio es una batalla figurada. El abogado como decía el eximio Don Vidal de Canellas
en sus magistrales Comentarios a los Fueros de Aragón de 1247 tiene muchas armas para
ganarla, y cual caballero bien guarnido, a semejanza del yelmo, tiene las leyes o razones
en su cabeza, y a semejanza de la espada en su mano, tiene la palabra que como buena espada
debe cortar por ambos filos, imagen de su poder de ataque y defensa.
Sólo después de mucho entrenamiento y mucha experiencia estas armas se manejan bien, y de ahí
deviene el arte que nuestra difícil profesión tiene. Esta Alta Profesión sirve para defenderle
a Vd lo mejor posible en todos sus derechos y en todas las esferas de su vida y de su libertad.
Y aquí entro yo, si Vd me lo permite.
|